La ansiedad, esa detestable conocida. Estoy segura de que a ti tampoco te cae bien. Porque sabes de quién te hablo, ¿verdad?

Especialmente en el momento histórico que vivimos, con todo el tema del COVID… La situación remueve a cualquiera, y la tendencia general consiste en embuchar nuestras emociones y “tirar p’alante” sin sentirlas. Pero esto no lo hacemos aposta. Es más bien un mecanismo inconsciente que se fue desarrollando a lo largo de nuestra historia de vida. 

La ansiedad surge de la represión de los impulsos emocionales. La represión que se da en los sistemas familiar, escolar y social, a lo largo de nuestro desarrollo, va conformando nuestra coraza neuromuscular.

Es la represión del “no te enfades”, “no llores”, “no te toques”, «no toques eso», “no seas marrana/o”… que va creando una contracción muscular, fruto del miedo a sentir los impulsos de la vida… porque cuando los sentíamos y actuábamos sobre ellos, había consecuencias. De esta manera, la represión se interioriza. Ya no hace falta un represor: el mecanismo se instaló en nuestros cuerpos.

Todo esto se traduce en bloqueos y tensiones musculares que impiden o distorsionan la percepción de uno mismo, así como la percepción de los demás y del mundo. Si no sientes tu impulso y no actúas sobre él, no tendrás consecuencias…

Sin embargo, cuando un impulso se choca contra tu coraza, esa energía emocional se queda estancada en tu organismo. La ansiedad no es más que la percepción de esta energía estancada y la sensación de que “hay que hacer algo”. Porque, ¡anda que no es desagradable!

Normalmente, para “hacer algo” y librarnos de la ansiedad, las personas solemos tomar ciertas acciones:

  • Acciones compulsivas: acciones cotidianas que tomamos en lugar del impulso original. Por ejemplo: limpiar, trabajar, hacer mucho ejercicio, tenerlo todo bajo control, etc.
  • Acciones impulsivas: acciones repentinas y disruptivas que tomamos en lugar del impulso original, que parecen ofrecer un “nuevo comienzo”. Por ejemplo: mudarte a otro lugar, casarte con alguien a lo loco, raparte la cabeza, etc.
  • Acciones adictivas o de escape: acciones que tomamos para cambiar nuestro estado de ánimo. Por ejemplo: tomar drogas o beber alcohol, ver porno, jugar a videojuegos, inflarte a Netflix, comer en exceso etc.
  • Acciones constructivas: acciones nuevas, en linea con los conflictos que estamos viviendo o, como mínimo, alineadas con el placer y el crecimiento. Por ejemplo: dejar una mala relación y tomarse tiempo para una/o mismo, hablar francamente con tu jefe sobre una promoción, etc.

Todos estos tipos de acciones reducen la ansiedad momentáneamente, pues, de alguna manera, la energía emocional estancada encuentra una salida del organismo. Pero, como sabes, ni las acciones compulsivas e impulsivas ni mucho menos las adictivas o de escape pueden liberarte por mucho tiempo.

Sin embargo, las acciones constructivas, a parte de reducir la ansiedad en el momento, también reducen su recurrencia. Pero, ¡ay!, es tan difícil tomar este tipo de acciones…

Y esto ocurre precisamente por la coraza muscular, nuestro carácter, que nos limita a actuar con el mismo patrón una y otra vez, por no sentir el impulso primario que «es problemático»…

Por eso, realmente, el mejor antídoto contra la ansiedad, es entrar en contacto con el impulso… el mejor antídoto contra la ansiedad es sentir.

Pero claro, la misma coraza está construida precisamente para evitar que sintamos. Y por esta razón nos resulta tan difícil, por muchos libros de autoayuda que hayamos leído, y por mucho que lo tengamos claro en la cabeza. Que una cosa es la teoría y otra es la práctica, ¿verdad?

En realidad, la ansiedad es un signo de vitalidad. Hay vida dentro de ti que se mueve y quiere expresarse. Lo que pasa es que se ve reprimida por los mecanismos neuromusculares de tu coraza, lo cual te hace sentir ansiedad, de la que intentas librarte a través de las acciones estereotipadas de tu carácter (compulsivas, impulsivas o adictivas/de escape).

Lo normal en nuestra sociedad es tener unos niveles de ansiedad bastante elevados, que pasan desapercibidos por la actividad frenética y carente de placer a la que nos sometemos. Por eso, a tanta gente le cuesta “no hacer nada”… porque en el momento en que paramos, nos topamos con esas sensaciones desagradables, y la sensación de que “tenemos que hacer algo”.

Cuando se dan situaciones de shock o de estrés externo prolongado, normalmente las defensas de carácter empiezan a fallar, la coraza empieza a tener fisuras… y la ansiedad emerge. Y ahora, con todo el tema de la pandemia, esto le está ocurriendo a muchísima gente.

En las sesiones de psicoterapia caracteroanalítica, a diferencia de otras psicoterapias, trabajamos a nivel neuromuscular, lo que facilita la disminución del exceso de carga, por un lado, y, por otro, ayuda a incrementar la tolerancia del organismo para sentir la energía emocional, en definitiva, la tolerancia a sentir la vida.

Porque cuando empiezas a ser capaz de tolerar la intensidad de tus emociones, a abrirte a la vida, la coraza se va ablandando y la ansiedad va desapareciendo… entonces, el amor empieza a emerger. Ya lo decía Reich: “el amor es la ausencia de ansiedad”.

Esto no se da de la noche a la mañana, por supuesto, y para abrirse a la vida, a sentir las emociones, hay que transitar “los infiernos” y aprender a tolerar las emociones menos agradables… ¡y también las más placenteras! Porque, lógicamente, cuando estamos cerrados/as a sentir, nos cerramos a sentir todo: lo agradable y lo menos agradable.

Lo bonito de todo esto es que cuando empiezas a abrirte, a sentir más, a tener más autoconciencia… tomar acciones constructivas se vuelve más fácil.

A todo esto acompaño a mis pacientes, y me da muchísima satisfacción presenciar sus progresos, apoyarles en sus momentos más difíciles y celebrar su crecimiento.

¿Sufres de ansiedad? ¿Qué tipo de acciones sueles tomar para “hacer algo” y librarte de ella? Te invito a que reflexiones y dejes tu comentario abajo.

Si te gustaría empezar a vivir tus emociones con más calma a través de la psicoterapia caracteroanalítica, no dudes en contactarme. La primera consulta telefónica es gratuita.